El secularismo y la contracepción

Definición

El secularismo agrupa varias religiones, alguna de las cuales son ateas. Tienen como característica común el «liberalismo». Hablamos por supuesto del liberalismo en sentido filosófico, que no tiene nada que ver con el liberalismo económico, que es el único sistema económico compatible con el cristianismo. La misma palabra «liberal» proviene de un malentendido: deriva de la palabra «libertad». Mientras que en el caso del liberalismo filosófico se trata de «liberarse» de Dios y de su Ley, en el del liberalismo económico consiste en vivir dentro del marco de libertad definido por Dios.
Existen varias categorías de liberales, todos ellos inspirados por la «filosofía de las Luces» del siglo XVIII: liberales ateos o agnósticos, «judíos» liberales (Reform Jews), «protestantes» liberales, «católicos» liberales, etc. Las dos últimas categorías mencionadas son [en Occidente] las más nocivas, ya que han traicionado e infectado las Iglesias de las que se alimentaron.
Todos los liberales consideran que es el hombre, y no Dios, el que debe determinar qué son la realidad, el sentido, la ética y la ley (como Satán lo prometía en Génesis 3).

El «cristianismo liberal»[1] forma parte de un movimiento religioso, político y cultural más amplio, desarrollado en primera instancia en Europa y luego en América a partir de una visión humanista secular del mundo. Los historiadores y los teólogos lo llaman «modernismo», por la simple de que estos liberales adoptaron la visión secular del mundo que está actualmente de moda. Adaptaron así sus enseñanzas a las ideas en boga, lo que provocó una erosión de la fe en Cristo y en la Biblia, unida a una nueva fe en el progresismo y el naturalismo. Se trata, pues, de una fe en la humanidad.

Los «descubrimientos» del hombre en el ámbito de la ciencia, la industria y las ciencias sociales y económicas pretenden engendrar un milenio humanista. Entre las características de este modernismo, encontramos las creencias en la evolución darwiniana, la generación espontánea del mundo, el estatismo (comunismo, socialismo, fascismo social), la Alta Crítica negativa, el relativismo histórico y ético y el gradualismo subversivo.
Sus grandes profetas son Darwin, Marx y Freud. Cada día surgen nuevos elementos que demuestran su charlatanismo.

Aún en la actualidad, nuevas formas de modernismo destruyen instituciones (por ejemplo, el Fuller Seminary) y denominaciones cristianas (por ejemplo, la Federación Protestante de Francia y ciertas iglesias evangélicas).
En realidad, el liberalismo no puede ser cristiano, puesto que rechaza a los fundamentos mismos del Cristianismo, a pesar de que adopta sus formalidades y su lenguaje.

Los frutos del liberalismo

El liberalismo generalmente provoca la diarrea legislativa y la tiranía de los regímenes políticos: los ejemplos extremos son Luis XIV, Robespierre, Lenin, Stalin, Hitler, Mao y Pol Pot. Y es un lugar común el comprobar que los liberales desean siempre más Estado y más burocracia para reglamentar, gravar y adoctrinar a la población. La fe en la autoridad del hombre como bien supremo conduce a la esclavización absoluta bajo una tiranía humana. El amor que los liberales aseguran profesar por la «democracia» no hace sino traslucir su tentativa (vana) de exorcizar esa tiranía inevitable.

Para el liberalismo, el hombre es un animal evolucionado. De este modo, Darwin es el verdadero fundador del eugenismo contemporáneo. Si como él pretende[2], el hombre desciende del animal, existen entonces razas superiores y razas inferiores. Esto no puede ser invalidado por ninguna dialéctica. La obsesión y la culpa que los liberales expresan histéricamente frente al racismo demuestra su gran contradicción: pretenden luchar contra el racismo creándolo.

Los liberales reemplazan la escatología cristiana del Reino de Dios victorioso por la del Progreso de la Ciencia. Pero esta mitología cientificista peca de fragilidad y nadie cree demasiado en ella: las últimas dos guerras mundiales la han ridiculizado. Los progresos de la ciencia salvadora produjeron muy eficazmente la guerra total y el genocidio en masa. Y posteriormente con la mecánica cuántica, la ciencia descubre que sabe cada vez menos de lo que está hablando: ¿qué es la materia sino un sistema de leyes estables de origen divino?

Los liberales afirman que no hay un dogma absoluto; que todo es relativo y que existen diversas visiones contradictorias, todas igualmente verdaderas. Esa aseveración es justamente un dogma. Este absurdo conduce al modernismo a un callejón sin salida. Podemos agradecer a Derrida y a otros el haber demostrado en la post-modernidad que las raíces del liberalismo se autodestruyen[3].

Sin embargo, pese a todo y para no perder tan rápidamente a sus seguidores, el liberalismo continúa utilizando un lenguaje «cristiano», similar al de la moral cristiana. Pero lo hace con una gran deshonestidad intelectual, ya que oculta deliberadamente todo aquello que, en realidad, contradice su secularismo humanista.

El liberalismo contraceptivo

¿Qué papel juega la contracepción en todo esto? Es la herramienta que el liberal soñó para expandir su punto de vista, pero esa «expansión» lleva en sí misma su propia destrucción:

  • La contracepción reivindica la «soberanía» del hombre, enfrentando a la autoridad de Dios que la desaprueba. Pero el hombre no tiene las herramientas necesarias para imponer su pretensión: la Historia está siempre sometida al control de Dios, y el hombre no es más que un polvo mortal.
  • La contracepción moderna fue inventada y puesta en marcha por los eugenistas para instituir una «selección voluntaria inconsciente»[4], que supuestamente perfecciona la «selección natural» de Darwin. La propaganda que intentó hacer creer en una «superpoblación» del Tercer Mundo, no es sino una forma de racismo contra las razas consideradas «inferiores». La ironía de la Historia es que las poblaciones defensoras del liberalismo -sobre todo en las sociedades occidentales- utilizan masivamente métodos contraceptivos, por lo que desaparecerán en menos de un siglo[5] (numérica, cultural, religiosa, económica y políticamente).
  • Se publicita la contracepción como una herramienta de liberación femenina, tanto desde el punto de vista biológico como respecto de las relaciones desnaturalizadas con los hombres. En la práctica, la contracepción permite una irresponsabilidad masculina aún mayor, e impide a una gran mayoría de mujeres vivir su femineidad: cuando quieren tener hijos es demasiado tarde.
  • La contracepción favorece el debilitamiento de la institución familiar, que constituye la usina de la sociedad. Esto permite aumentar la injerencia del Estado en ámbitos que le son ajenos y empujar a las mujeres que son privadas de tener hijos a trabajos realmente gravosos[6]. De este modo el estado de bienestar se autodestruirá: a fuerza de suprimir la descendencia, nadie podrá nutrir a ese Leviatán ni pagar las jubilaciones prometidas a los ancianos, que descubrirán que han arrojado sus esperanzas al vacío y que el Estado no es un dios.

Conclusión

Frente a la inmoralidad de la contracepción, el liberal plantea que solo existen morales relativas.
Frente al hecho de que los métodos contraceptivos son abortivos, el liberal sostiene que el aborto es conveniente, que solo importa el resultado.
El marqués de Sade

El marqués de Sade (1740-1814) es un entre los liberales raros para haber experimentado el liberalismo en sus consecuencias últimas: el rechazamiento de cualquier ley y la satisfacción de cada deseo. Su filosofía está en el corazón de la cultura contemporánea occidental.

Frente a las consecuencias de la revolución sexual originada por la contracepción, el liberal se regocija. Podrá acostarse con la mujer de su vecino sin dejar rastros y por menos dinero que antes.
Frente a las catástrofes provocadas por el «modernismo», el liberal acusa siempre a sus adversarios:

  • luego de haber inventado la colonización para ofrecer las Luces a los «salvajes», culpa de los defectos de esa colonización a los que no son liberales;
  • Luego de haber rechazado a Dios y su Ley -lo que ocasionó un aumento de la maldad- el liberal trata de forjarse una buena reputación a través de grandes combates en contra del racismo y a favor de la defensa de los niños. Dos ejemplos entre muchos otros: Voltaire se convirtió en defensor a ultranza de la libertad cuando tenía intereses en la trata de esclavos negros que se realizaba en Nantes, y Rousseau se ufanaba de ser un pedagogo a pesar de haber abandonado a sus cinco hijos;
  • al resucitar el nacionalismo (que sustituye la soberanía divina por la de los Estados), el liberalismo engendró guerras mundiales estúpidas e injustificadas. En la actualidad, el liberal culpa de esos desastres a los que son menos liberales que él, y promociona con fervor la diversidad y el rechazo a las raíces. A pesar de esto, el liberal es en el fondo un profundo nacionalista, y exige siempre al dios Estado que lo proteja de la competencia extranjera y que luche contra los nuevos «malvados».
  • pese a haber creado el nazismo, el liberal acusa de esto al catolicismo y califica al nacional-socialismo de reaccionario. Sin embargo, la historia muestra que este movimiento era (como el liberal) revolucionario y anticristiano. Tales eran las características de los liberales que, a partir de los años 20, quisieron restringir la inmigración a fin de «preservar la raza».
  • pese a haber puesto en marcha -como Mussolini o Lenín- un Estado de Bienestar que destruye la economía, el liberal acusa a las empresas privadas de crear desempleo y exclusión;
  • Pese a haber tratado a la mujer como un objeto o un animal desde el Renacimiento, el liberal acusa a los cristianos y, desde los años 20, se vanagloria de ser feminista. Sin embargo, este seudofeminismo conduce a la miseria, ya que es antifamiliar y proabortista.

Cuando se produzca el derrumbe del Estado de Bienestar en el que depositó toda su fe, el liberal será sometido a eutanasia por ese mismo Estado benévolo y quebrado, para evitarle sufrimientos... y sobre todo para reducir costos.

¿Quién lo llorará? Por cierto que no serán los pocos hijos que no haya abortado, a los que habrá transmitido su nihilismo y su crueldad. Ellos estarán encantados de deshacerse de los «viejos» para recibir la herencia que les corresponde.

Pero si el liberal admite que se equivocó absolutamente y renuncia a rebelarse contra Dios Creador, todavía tiene chances de conocer la vida...


1. Ver por ejemplo el sitio de la «Association pour un Christianisme Démocratique et Libéral» [Asociación para un Cristianismo Democrático y Liberal] y, en la rama católica, la Redes Cristianas [Nosotros también somos la Iglesia]. Ver también http://www.oratoiredulouvre.fr y en inglés: http://www.tcpc.org. Un ejemplo típico de agrupamiento liberal es la « Federación Protestante de Francia». Podemos leer en su credo -en el apartado «la Biblia sola» el siguiente párrafo: «Los textos bíblicos establecen principios generales a partir de los cuales cada protestante individualmente y cada Iglesia colectivamente, delimitan el espacio de su fidelidad» Se trata de una grosera subversión de la verdadera «sola scriptura» protestante, ya que se considera que es el hombre –y no Dios- el que delimita el espacio de su fidelidad: se afirma, pues, la autoridad suprema del Hombre y no de la Escritura, como señala el título de manera engañosa.

2. El darwinismo y la teoría evolucionista son igualmente endebles. En efecto, es una teoría que no pudo dar nunca la más mínima prueba de su veracidad. Además, se contrapone a las leyes de la termodinámica y al simple sentido común. Esta teoría se divulgó por el único motivo de que los cristianos «liberales» la aceptaron sin el menor análisis. Sin embargo, su decadencia permite prever que será olvidada muy pronto. En los EE UU comenzó una gran polémica. Se empezaron a publicar obras muy interesantes sobre la cuestión, como «Comment penser l'évolution?: l'intelligence contre le darwinisme» y «Le Darwinisme en question. Science ou métaphysique?» de Phillip E. Johnson.

3. El gran teólogo reformado del siglo XX, Cornelius Van Til (1895-1987) identificó la irracionalidad inherente a la filosofía secular occidental antes que Derrida. Su apologética presuposicionalista abrió el camino a otros pensadores para la renovación del pensamiento cristiano y, a partir de allí, para la reconquista cristiana de las mentes y de la sociedad (ver "Derrida, Van Til and the Metaphysics of Postmodernism" de Jacob Gabriel Hale y “Secular Humanism” de Brian Schwertley).

4. Eugenics Review, abril 1956, v. 48 nº 1, citado en http://www.interlingua.fi/iedprefo.htm y http://www.eugenics-watch.com/roots/chap10.html

5. Conf. La crise de la famille, Evelyne Sullerot, 1999. ¡La señora Sullerot, ex-militante liberal protestante de la contracepción, cofundadora de la filial francesa de la federación eugenista IPPF, descubre las consecuencias de la política que defendió, en perjuicio de aquellos que continúan creyendo que el aborto y la contracepción son gloriosas conquistas feministas!

6. Esta era ya la idea de Lenin al legalizar el aborto y la contracepción en la Unión Soviética en 1920: era necesario que las mujeres trabajaran en las fábricas nacionalizadas por el Estado. Las imágenes de los países del Este durante la época soviética resultan chocantes por el pésimo tratamiento que muestran hacia las mujeres. Por ejemplo, se ven mujeres manejando taladros en las obras. ¡Qué liberación! Desgraciadamente, actualmente en China comunista existe el mismo tipo de totalitarismo, en el que el aborto y la esterilización forzada son las herramientas de las que se vale el Estado para imponer su estúpida «política del hijo único» -- con el apoyo de la ONU.

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