Las religiones orientales y la contracepción

Se trata de un tema complejo, que abordaremos desde un punto de vista eminentemente cristiano. Esperamos que esto no ofenda a los discípulos de estas religiones orientales; nuestro objetivo es aportar un esclarecimiento constructivo.

Como este sitio está dirigido a un público occidental será necesario precisar en primer lugar qué entendemos por «religiones orientales», antes de encarar sus posicionamientos y realizar nuestro análisis.

Las religiones orientales

Su historia comienza en China, donde se conocía al Dios creador[1], Chang-Ti (Señor del Cielo, Señor Soberano). Es el Dios supremo adorado por los chinos en los tiempos de las dinastías Chang (1766 a 1122 a C) y Chou (1122 a 221 a C). Los relatos chinos sobre Chang-Ti se corresponden con los del principio del Génesis: Chang-Ti creó el cielo, la tierra, las plantas, los animales y el hombre. Chang-Ti había plantado un «árbol de la Sabiduría». Quien comiera de él sería más sabio que Dios. Pero el hombre pecó y fue expulsado del Cielo, por lo que Chang-Ti colocó un ángel para proteger el acceso. Muchos escritos chinos clásicos mencionan también al diluvio y a la migración desde la región de Babel.

Chang-Ti habita en el Cielo, donde recibe a su lado a todos los que fueron virtuosos en la tierra. El destino del mundo está en sus manos, establece la ley y es omnisciente. Todos los hombres pueden recurrir a El, que otorga premios y castigos. No debe ser representado como un ídolo. A causa del pecado, la relación con Chang-Ti se basa en sacrificios, como en el culto hebreo a Yavé. Una de las más antiguas narraciones sobre este Sacrificio de la Frontera se encuentra en el Shu Ping (libro de historia) compilado por Confucio. En él se narra que el Emperador Shun (que reinó desde 2256 hasta 2205 a C aproximadamente, durante la primera dinastía conocida) «ofrecía sacrificios a Chang-Ti». Aún existe en Pekín el Templo del Cielo, que tiene 450 años de antigüedad. Hasta 1911, los emperadores sacrificaban anualmente un toro sobre el Altar del Cielo de este Templo.

La cuestión fue que, en la época de la dinastía Chou (entre 1066 y 770 a C), el emperador era la única persona considerada digna para ofrecer ese sacrificio a Chang-Ti. De este modo, la adoración a ese Dios fue reemplazada por el culto del Cielo, mucho más impersonal, ya que la clase dirigente había dispuesto que el común del pueblo no tenía la valía suficiente para adorar a Chang-Ti. Los emperadores se consideraban como descendientes de la divinidad, intermediarios ante Chang-Ti. Los Chou destronaron a los Chang, basándose en el Mandato del Cielo [2]. Se consideraban como Hijos del Cielo, y se arrogaron el monopolio de la adoración de Chang-Ti, considerándose como los únicos mediadores entre El y el pueblo. Este monopolio tuvo como consecuencia que el pueblo se alejó del Dios creador, ya que -para colmar su vacío espiritual- se volvió hacia otras divinidades. Así comenzó un período de gran desorden.
Las religiones que imperaron entonces fueron el Confucionismo, el Taoísmo y el Budismo. El Confucionismo era un humanismo moralista que se basaba en Chang-Ti. El culto a este Dios estaba reservado al emperador, y lo reemplazaba por la adoración a los ancestros. El Taoísmo surgió como una reacción de las clases dirigentes al Confucionismo. Proponía una mezcla de magia, filosofía y fórmulas místicas. El Budismo fue importado dificultosamente desde Tailandia, durante los dos primeros siglos de nuestra era.

Esta derivación desde el monoteísmo original hacia idolatrías y misticismos diversos se observa en toda la región, contrariamente a lo sostenido por las teorías imprecisas de los teóricos del evolucionismo religioso como Augusto Comte y Edgard B. Tylor, seguidos por Durkheim y Freud. A partir de la obra de Wilhelm Schmidt[3] (1868-1954), el evolucionismo religioso es rechazado por todo científico confiable de la actualidad.

A lo largo de los siglos, en China se pasó del monoteísmo original a un sofisticado materialismo politeísta. Esto se corresponde con la lógica universal de corrupción que es común al género humano: Dios creador ama la pureza y la justicia, y cuando los hombres se corrompen, comienzan a temerle y prefieren entenderse con divinidades intermediarias, a las que piensan que manejarán con más facilidad.

Observamos el mismo fenómeno en Corea respecto del culto de Hananim (Señor del Cielo), que se fusionó en un primer momento con el chamanismo y luego, en el siglo IV de nuestra era, con el taoísmo, el budismo y el confucionismo.

En India se da un proceso similar. Max Müller demostró que el número de dioses fue aumentando con el correr del tiempo. El monoteísmo fue previo a la era védica; encontramos sus huellas más claras en ciertas tribus como la Bhil (del centro de India) en la que se conocía la historia de la tentación y de la caída del hombre frente al Dios creador Bagwan. O en el pueblo Santal (al norte de Calcuta), que adoraba a Takhur Jiu, el creador de todas las cosas, al que abandonó para servir a espíritus inferiores. O en las tribus Naga y Nizo, etc.
Encontramos de este modo la huella de un Dios único y creador en Brama (llamado también Prakiti o Purusha), que es la divinidad absoluta: todos los dioses de la religión hindú son facetas o encarnaciones de brama.

De tal manera, encontramos en las religiones orientales actuales un tronco común panteísta:

Todo ser vivo forma parte de la divinidad. Sin embargo, no tiene conciencia de eso, ya que vive en la ilusión (mâyâ). Cuando un ser muere, se reencarna en otro, de acuerdo a su «karma»: las acciones contrarias al deber (dharma) conducen a un mal karma, lo que provoca la reencarnación en un ser inferior. Para romper este ciclo eterno de reencarnación, el hindú debe seguir uno de estos 3 caminos: el de la acción para alcanzar una mejor reencarnación, el del conocimiento por la meditación y la práctica ascética que permite comprender la realidad y rechazar la ilusión, o el de la devoción, que implica la identificación del devoto con una divinidad en particular.

Los hinduistas consideran que la finalidad de toda vida es alcanzar la moksha, la liberación de la ilusión (mâyâ), la interrupción del ciclo de reencarnaciones y la disolución en la divinidad, la fusión con la conciencia cósmica. Como vemos, no se trata de la salvación de la criatura por el Creador.

El budismo comparte la misma visión del mundo. Considera a la ignorancia como un veneno y un velo para el espíritu. Buda propone despertar de la pesadilla del ciclo de la reencarnación, disipar las nubes de la confusión y la ilusión para ser iluminados por la realidad (según la cual el hombre forma parte de la totalidad divina). De este modo, se romperán el sufrimiento y el ciclo kármico. Así, define el fin último de su enseñanza como «la conclusión», el «desenlace», «la liberación del sufrimiento» o nirvana, a través de la práctica de diversas actividades y disciplinas.

Se trata, pues, de religiones gnósticas (el conocimiento salva) en las cuales el hombre se salva a si mismo al comprenderse como divino. Esto coincide con la promesa engañosa que le hizo la serpiente a Eva en el jardín del Edén (Gén. 3:5).

Las religiones orientales forman una multitud de religiones no dogmáticas, que poseen a menudo una ética relativista, acompañada de una sorprendente creatividad mitológica.
De tal suerte, una de sus transformaciones más recientes es la «Nueva Era», iniciada en 1875 con la Sociedad Teosófica fundada por la espiritista Helena Petrovna Blavatsky. ¡Inspirándose en el hinduismo y el budismo, Blavatsky creó una nueva mitología con una «doctrina secreta» de la que se vale para explicar la Atlántida y la superioridad de la raza aria!

Los distintos posicionamientos

El hinduismo

El alma y la materia que forman el feto se consideran unidas desde el momento de la concepción. Según la doctrina de la reencarnación, se considera al feto como a una persona desde el primer momento de su existencia, y no en función de su desarrollo. Está integrado por un alma que renace y debe ser tratado en consecuencia. Toda vida es considerada sagrada, ya que todas las criaturas son manifestaciones del Ser Supremo.

En consecuencia, la tradición y las escrituras hindúes condenan desde los tiempos más remotos la práctica del aborto, salvo si la vida de la madre se encuentra en peligro. El aborto es considerado un acto contrario a la rita (la ley cósmica) y a la ahimsa (la no violencia). El misticismo hindú predica que el feto es una persona viva y conciente, que necesita y merece protección. Las escrituras hindúes se refieren al aborto como un garha-batta (matar en el vientre) y un bhroona hathya (matar un alma no desarrollada)
Un himno del Rig-veda [7.36.9, RvP,2469) pide que se proteja al feto.
El Upanishad Kaushîtaki (3.1 UpR, 774) considera al aborto como equivalente a un parricidio.
El Atharva Veda (6.113.2 HE, 43) incluye entre los más grandes pecadores a quien mata a un feto (brunaghni). El Gautama Dharma Shastra (3.3.9 HD, 214) considera que quienes participan de tal hecho perdieron su casta.
El Sushruta Samhita -tratado médico (~ 100 a «C) señala la conducta que debe adoptarse en caso de problemas serios durante un parto (capítulo Chikitsasthana, Mudhagarbha). Para ello, describe las diversas etapas que deben cumplirse para tratar de salvar a la madre y al niño. «Si el feto está vivo, debe tratarse de extraerlo vivo del vientre de su madre…» (sutra 5). Si está muerto, puede ser removido. En el caso en que el feto estuviera vivo pero no pueda ser dado a luz sin peligro, la extracción quirúrgica está prohibida ya que «se dañaría a la madre y al niño. Ante una situación irremediable, es preferible provocar el aborto del feto, puesto que deben utilizarse todos los medios para evitar la muerte de la madre» (sutras 10-11).

Sin embargo, el hinduismo deja en general librado al individuo el decidir si el aborto es o no malo, a pesar del hecho de que se lo asocie a un mal karma.
En India podemos observar la práctica del aborto selectivo de las mujeres. La política eugenista de Indira Gandhi impuso de manera violenta el aborto y la esterilización. Esto permitió al más fuerte eliminar al más débil, y desvalorizó a los niños y, en consecuencia, a la mujer. Esta misma ley del más fuerte también alteró el principio de la dote: En lugar de ser el marido quien ofrece a su esposa un capital -fruto de su trabajo- como demostración de su compromiso, la práctica desde el siglo XIX se invirtió: es el marido quien exige un capital a la familia de la esposa. Esto significa la ruina para las familias que tienen hijas; ¡es por eso que se aborta a las niñas!
A causa de su relativismo, el hinduismo carece de autoridad moral suficiente para impedir este sinsentido.

La contracepción es un tema controvertido para los hindúes y no se adoptó ninguna posición en firme al respecto. En general, se cree que la contracepción no es deseable, pero no se encuentra prohibida. En el tiempo de los Vedas, no existían los métodos que conocemos actualmente, por lo que los Vedas no hablan sobre el particular.
Algunos hindúes no autorizan la contracepción ya que la finalidad de la sexualidad es la procreación. Otros creen que la contracepción es buena porque los hijos deberían ser una alegría y opinan que estas prácticas no afectarían el alma. Algunos otros aceptan solo la píldora y la esterilización, puesto que todos los otros métodos matan a los espermatozoides, lo que está prohibido por la ahimsa.
Pero solo quien analice la cuestión seriamente verá que, en particular, los contraceptivos hormonales y los dispositivos intrauterinos tienen efectos abortivos, por lo que deben clasificarse dentro de la categoría del aborto.

El budismo

De acuerdo a la tradición, para los budistas la vida de los seres sensibles comienza en el momento de la concepción, cuando la conciencia de un ser «entra» en la unión del óvulo y el espermatozoide de los padres. Puesto que la vida comienza en el momento de la fecundación, se cree que no hay diferencia cualitativa entre un aborto practicado durante el primer trimestre y un aborto tardío. Si bien el feto no es considerado como poseedor de una «personalidad completamente desarrollada» en el sentido occidental de la palabra, es reconocido como una «persona», ya que presenta las cinco características que permiten determinar la identidad personal: forma, sentimientos, percepciones, formaciones kármicas y conciencia.
Según el primero de los cinco preceptos budistas (abstenerse de matar, tanto a los insectos como a los seres humanos), el aborto está prohibido. Se considera que la vida comienza con el surgimiento de la conciencia, y los fetos son considerados como poseedores de conciencia. El aborto -que mata al feto- plantea un serio dilema personal en los planos moral y espiritual. En los textos budistas indios, «matar» se comprende como matar un ser «sensible», dotado de conciencia y, por ende, que tiene posibilidades de alcanzar la iluminación.

Las reglas de Buda para su comunidad de monjes prohíben también recomendar el aborto.

Los textos budistas no prevén derechos legales para el feto. Tampoco mencionan el aborto en casos de violación, incesto, deformidad grave ni de violencia mental, física o emocional. El 14º Dalaï Lama[4], Tenzin Gyatso manifestó en 1992 una opinión controvertida y poco ortodoxa:
« Podrían existir situaciones en las que, si se sabe que el niño tendrá una discapacidad severa o que padecerá grandes sufrimientos, el aborto sería admisible. Sin embargo, en general, abortar es matar una vida y esto no es apropiado. El principal factor a tener en cuenta es el motivo.»

Desde un punto de vista budista, tal posición implicaría la facultad de discernir las vidas pasadas y futuras de un ser, lo que es una capacidad poco común. La generalización del Dalaï Lama es abusiva. La visión tradicional budista toma en cuenta la felicidad del niño no nacido y de la mujer embarazada, no solo en esta vida, sino también en todas las futuras reencarnaciones. Esto supera la capacidad de la gente ordinaria.

Buda enseñó una ética de la responsabilidad personal, según la cual cada uno asume la plena responsabilidad de los actos que lleva a cabo y de sus resultados. Para determinar si una acción es buena o mala, la ética budista toma en cuenta tres elementos implicados en una acción kármica. El primero es la intención que motiva el acto, el segundo es el efecto que experimenta el agente como consecuencia de su acto y el tercero es el efecto que experimentan los demás como resultado de ese acto. Estos preceptos morales budistas se basan en el Dharma (ley natural de la vida santa) y expresan valores eternos como compasión, respeto, templanza, honestidad y sabiduría.
En este sistema, los individuos eligen libremente sus decisiones éticas, en conocimiento de que las buenas acciones conducen a la felicidad, y las malas al infortunio -a menos que sean purificadas por prácticas espirituales-.

En lo que hace a la contracepción, el budismo no formula objeciones, en tanto que no haya habido fecundación y, en consecuencia, que no exista un ser vivo comprometido. Los métodos contraceptivos con efectos abortivos (como los dispositivos intrauterinos y las hormonas) no están comprendidos dentro de esta categoría sino que se consideran abortos.

Perspectivas

Frente a las amenazas que el aborto y la contracepción representan para la población en general -y para las mujeres y los niños en particular- el budismo y el hinduismo adolecen de una debilidad manifiesta: se trata de religiones que establecen principios morales, deberes e ideales, pero no precisan ante quién es responsable el hombre. En realidad, no existen ni una verdadera ley ni un verdadero Dios, sino solamente divinidades inoperantes y preceptos flexibles y humanos.

Todos los abusos son, pues, posibles. Un ejemplo típico de esto es el mizuko kuyo, que se practica principalmente en Japón.
Los vencedores norteamericanos (Mac Arthur), influidos por eugenistas (Margaret Sanger) pusieron en práctica la “Ley de Protección Eugenista”. De tal modo, luego de la Segunda Guerra Mundial, legalizaron el aborto en Japón. En lugar de defender a la población japonesa y combatir ese genocidio, adeptos al budismo zen ofrecieron la siguiente (falsa) solución: el aborto debía ser considerado como inevitable. En consecuencia, para enfrentar esa desgracia, con la vergüenza y la culpabilidad que ella implica, se sugería a la mujer hacer una ofrenda -a través de la compra de estatuillas- a una divinidad menor (Jizo Bodhisattva), rogándole que cuidara del espíritu del niño abortado y que le preparara una reencarnación futura más propicia. ¡Especuladores sin escrípulos agitan el fantasma de las influencias negativas de los espíritus vengadores del mizuko y facturan costosos ritos para exorcizarlos y apaciguarlos! ¡Esto representa cuantiosas sumas de dinero!

¿Cuál es la solución que se propone? ¡Las mujeres no sanan, su sentimiento de culpa subsiste y abortan alrededor de 6 veces a lo largo de su vida!

Las sociedades fundadas en religiones orientales tienen un frágil equilibrio[5]. Ignoran la gracia de Dios creador y legislador, lo que corresponde a lo que dice la Biblia sobre aquellos que abandonaron a Dios:

«18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad;
19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa, 21 pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido»
(Romanos 1:18-21).

¿No equivale a ensombrecer, ocultar la verdad y razonar absurdamente el considerar que:

  • ¿al fin de cuentas la vida humana no vale más que la de un animal?
  • ¿después de todo, la muerte es poco grave ya que hay otras reencarnaciones?
  • ¿la realidad es una ilusión sin ningún valor?
  • ¿se puede eliminar la culpa a través de una acción humana?
  • ¿se debe aceptar que tiranos pretendan legislar sobre asuntos familiares?

En realidad, Confucio cometió un grave error al ceder a los deseos de sus señores y separar de tal suerte a los hombres de la relación con Chang-Ti, tratando de retener Su herencia.

Los venerables ancestros que le precedieron habían comprendido que es el Dios creador quien reina, y que violar su Ley conduce a la muerte. La solución es, pues, volver a las verdaderas raíces de Oriente: Chang-Ti, también llamado Hananim, Bagwan, Takhur-Jiu, Yavé… cuyo hijo Jesús se encarnó para darnos la libertad, la posibilidad de salvación y la vida verdadera.
Ya que solo El enseña el valor de la vida del hombre -creado a imagen de Dios-, la inexistencia del tiempo cíclico, la responsabilidad de la criatura humana ante El, la única forma de ser perdonados por nuestros pecados, el papel limitado que juegan los Estados…


1 Numerosas fuentes documentan este fenómeno. Por ejemplo: «Universal Consciousness of God: An Argument for Monotheism from World Cultures», «The original ‘unknown’ god of China», etc.

2 El concepto del Mandato del Cielo se basaba en la bendición de la divinidad, que se obtenía si el rey la respetaba y amaba al pueblo. En caso contrario, el rey disgustaría al Cielo, que conferiría el Mandato a otra persona. Este concepto se origina en la sucesión por la virtud, de acuerdo a la que un emperador cede el trono a su sucesor no en razón de vínculos de sangre, sino por la fidelidad a Dios. De este modo Yao sucede a Shun, y Shun a Yu.

3 El padre Wilhelm Schmidt (1868-1954) fue profesor de etnología y lingüística en la Universidad de Viena. Consagró su vida a atacar y a destruir los bastiones intelectuales del evolucionismo religioso. Produjo una obra monumental de 13 volúmenes (más de 11 000 páginas), Der Ursprung Der Gottesidee (El origen del concepto de Dios).
La prueba del impacto que tuvo su obra fue el hecho de que, a mediados del siglo XX, las teorías evolucionistas de Tylor, Spencer, Freud, etc. fueron rechazadas por científicos de renombre. Así, Schmidt demostró que las teorías evolucionistas eran refutadas por hechos históricos profusamente documentados (conf.http://www.xenos.org/ministries/crossroads/OnlineJournal/issue5/genesis.htm). ¡A pesar de todo aún existen entre los pensadores y en ciertas universidades algunos charlatanes que enseñan las teorías de Tylor!

4 Tenzin Gyatso persiste en esta idea y en 1993 justifica el aborto eugenista, alegando en esa ocasión el tratarse de «un grave problema para los padres». El Dalaï Lama también apoya oficialmente la política maltusiana de control de la población de la ONU: el 6/06/1992 declaró en la «Cumbre para la Tierra» de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en Río de Janeiro: «desde una perspectiva budista, es muy conveniente pensar en el control de la natalidad y ponerlo en práctica de manera eficaz». Es una cruel ironía de la historia comprobar que el Tibet es víctima de esta política de despoblación orquestada por los tiranos chinos actuales con la bendición y los medios de la ONU.

5 Otros ejemplos de fragilidad: Camboya, que luego de su desestabilización a manos de los colonizadores, vivió el genocidio comunista sin que el budismo al que recurrieron las víctimas los haya salvado; China comunista del Laogaï, que actualmente sufre un intento de destrucción de sus raíces familiares -bajo la influencia del eugenismo occidental- con la política del aborto forzada (llamada del hijo único) y que se prepara de esta forma a un porvenir sórdido en el que los ancianos se encontrarán sin sostén alguno; India y Nepal, que padecen abiertamente el impacto del sistema de dotes invertidas (la mujer paga por el hombre), puesto que sus raíces no les permiten resistir a una influencia mercantil occidental que es contraria a sus tradiciones religiosas (como también a las de Occidente), panorama que está agravado por la canalización del aborto bajo la influencia de eugenistas occidentales.

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