El protestantismo y la contracepción

Los protestantes son los cristianos que surgen desde la Reforma iniciada por Martín Lutero y Juan Calvino, y que se separaron de la Iglesia Católica Romana a la que querían reformar.

Juan Calvino, 1509-1564, el reformador de GenevaLa Reforma se funda en el reconocimiento de la Biblia como Palabra de Dios infalible, enteramente inspirada por Él. Por lo tanto, la Biblia es considerada una autoridad en materia de fe y de vida, superior a toda tradición eclesiástica o autoridad humana.
Esto implica que se hace 1. La exégesis es el estudio de la Biblia. La palabra significa «extraer el sentido» de un texto. La exégesis tradicional consta de las siguientes etapas: análisis de las palabras significantes del texto traducido, examen del contexto general histórico y cultural, confirmación de los límites del pasaje y, finalmente, examen contextual del texto. La exégesis bíblica parte del presupuesto de fe de que es el Espíritu Santo quien inspiró a los autores de los textos de la Escritura. Es por ello que esos textos contienen la revelación divina.una exégesis[1] de la Biblia en base a 2. Se trata de la «hermenéutica», que es la disciplina de la interpretación del texto, a fin de encontrar su verdadero significado: el objetivo es determinar lo que Dios manifestó originalmente, eliminando todo aquello que El jamás ha expresado. Esta disciplina incluye todo lo que hace a la interpretación. En hermenéutica, se utilizan distintas herramientas, como diferentes traducciones de la Biblia, diccionarios bíblicos, Biblias interlineales, tiempos y giros utilizados en griego, concordancias, etc.reglas muy precisas[2], de manera de comprender y respetar el sentido original inspirado por Dios. Se desconfía pues del «libre examen», que dejaría de lado esas reglas de modo arbitrario, a merced de la fantasía o de la conveniencia (como hacen los liberales).

La postura del protestantismo contra la contracepción (y el aborto a fortiori) se deduce, entonces, del estudio de los textos bíblicos, y no de una «ley natural» -rechazada por el protestantismo- ni de la autoridad de la Iglesia en sí misma, aunque esta postura haya sido también confirmada por los padres de la Iglesia[3]. Esta toma de posición ha sido algo olvidada a partir de 1930. En esa fecha, el lobby eugenista logró subyugar a la iglesia anglicana sobre esta cuestión[4]. El mismo camino siguieron luego los liberales y numerosos protestantes, sinceros pero desinformados. Sin embargo, actualmente asistimos a un regreso a la ortodoxia protestante. Cada vez más fieles vuelven a la verdadera doctrina protestante: la oposición a la contracepción[5].

Los textos bíblicos son coherentes entre sí y se refuerzan mutuamente, adoptando una visión del mundo según Dios. Esto permite sin ambigüedades considerar la contracepción como un pecado. Charles Provan[6] realizó un estudio serio sobre el tema. En él, se identifican 9 argumentos y se efectúa una investigación sobre las declaraciones de teólogos protestantes. Aquí retomamos esos puntos, a los que clasificamos en 3 categorías. Además, actualizamos el mencionado estudio al añadir una cuarta categoría, que resulta de descubrimientos recientes: los productos contraceptivos hormonales tienen propiedades abortivas, lo que está públicamente probado y reconocido en la actualidad. Por ende, la contracepción se asimila al aborto (que es considerado por la Biblia como un homicidio).

Lo que dice la Biblia sobre la contracepción

Evidentemente, la palabra «contracepción» -creada en el siglo XX- no figura en la Biblia, cuyos libros más recientes son del primer siglo de nuestra Era. Es muy probable que sea tal situación la que permite afirmar a los que apoyan a la contracepción que la Biblia nada dice sobre ella. Sin embargo, los libros sagrados tratan de manera extensa el tema de la fecundidad y del rechazo a la descendencia, y la ley bíblica es ilustrada por casos cuyo alcance van más allá del tiempo.

A. El designio de Dios para la humanidad incluye la fecundidad

Desde el Génesis, Dios da al hombre una misión, el «mandato cultural», que consiste en dominar la tierra y todo cuanto en ella existe (Génesis 1:28). A pesar de 7. La caída es la circunstancia histórica que permite comprender la situación actual de la humanidad. Este episodio es narrado en el libro del Génesis (Gén. 3:1-7). El ser humano desobedeció a Dios porque quería convertirse en dios él mismo, determinando por su propio criterio el bien y el mal sin confiar en su Creador. Esta arrogancia tuvo como consecuencia la muerte -tal como Dios ya le había advertido anteriormente al hombre-: fue a partir de ese momento que los hombres son mortales (Gén. 3:8-24).
Sin embargo, Dios anuncia, junto con la condena, la redención que iba a llevar a cabo (v. 15)…
la caída[7]
este mandato cultural persiste. E incluso es completado por una misión universal de enseñar a todas las naciones, haciendo fieles discípulos de Jesucristo, a quien se le ha dado todo poder. La fecundidad de los cristianos es el medio más eficaz de cumplir con esa «gran misión». Esto es a menudo mal comprendido por nuestros contemporáneos.

La palabra «pecado», en hebreo «hattat» proviene de una raíz que significa errar el blanco, apartarse, o incluso estar torcido o desviado. Esto es lo que hace el hombre cuando decide determinar por sí mismo lo que está bien y lo que está mal (Gén. 3:5), negándose de este modo a confiar en su Creador. La contracepción es, pues, un pecado porque contradice los fines que Dios ha previsto para el hombre:

«Fructificad y multiplicaos» (Génesis 1:27-28).
…se trata de un mandamiento de Dios; el primero que da a la pareja casada. Evidentemente, la contracepción implica una desobediencia a ese mandamiento. Ningún otro pasaje de la Biblia modifica o anula este mandato. Por lo tanto, su validez perdura hasta la actualidad, máxime cuando otros versículos lo corroboran, como Gén. 9:1 -que tiene lugar después del Diluvio- y Jeremías 29:4-6, donde Dios ordena a su pueblo « engendrad hijos e hijas », aún estando cautivos.

La función natural de las mujeres (Rom. 1:24-28)
Las escrituras dicen aquí que Dios castigó a las culturas que se negaron a adorarlo, abandonándolas «a pasiones vergonzosas». El camino que conduce a esas perversiones comienza cuando los hombres y las mujeres renuncian «a las relaciones sexuales naturales para entregarse a prácticas contra natura». He aquí el resultado final del rechazo a las «relaciones naturales con el sexo femenino» (por ejemplo, tener hijos).

El parto y la salvación para las mujeres (1 Tim. 2:15)
¿San Pablo asegura en este texto que las mujeres alcanzarán la salvación por el hecho de ser madres? No exactamente. Ante todo, la salvación es una cuestión que hace a la gracia divina y no al esfuerzo humano. Lo que San Pablo expresa se puede parafrasear así: si una mujer es verdaderamente redimida, probará su fe y su salvación a través de sus buenas obras. El camino de la obediencia a Dios -que conduce a la salvación eterna- implica (para las mujeres casadas) el tener hijos si pueden hacerlo.
Podemos concluir entonces que, para una mujer casada, el negarse a la posibilidad de tener hijos equivale a rechazar las buenas obras de las que habla San Pablo.

B. La fecundidad es una bendición y no una carga

Cuando Dios pide algo, da los medios para poder cumplirlo. Es por eso que los temores a la sobrepoblación súpermediatizados por ciertos grupos de presión no pueden entenderse sino por la falta total de fe en Dios. Efectivamente, tal es el caso de esas personas: su eugenismo y su racismo causaron más miseria y masacres que la pretendida sobrepoblación; esta gente está en guerra contra las poblaciones humanas y buscan causarles daño.

Los niños son una bendición que nos da Dios (Ps. 127:3-5, 1, Chr. 25:4-5 y 26:4-5, Deut. 30:9)
La relación de esta visión omnipresente en la Biblia con la contracepción es muy clara: impedir que los niños sean concebidos implica impedirles nacer. Esto equivale a rechazar la bendición divina, conducta que constituye un desprecio hacia Dios.

La falta de descendencia es una desgracia (Osías 9:10-17, Éxodo 23:25-26)
Dios considera a la esterilidad o a tener un escaso número de hijos como algo negativo; es algo que El impone como un castigo. La contracepción se asemeja entonces a una catástrofe lamentable. Es echar la maldición sobre uno mismo.

La castración es considerada como un defecto corporal (Lév. 21:17-20, 22:20-22, 24-25, Deut. 23:1)
Los pasajes citados describen como un « defecto corporal » a los testículos aplastados, lesionados, arrancados o cortados. Es la misma calificación que reciben la ceguera, la invalidez, los miembros rotos, los eccemas y las lesiones purulentas. Dios declara aquí que no es bueno tener testículos lesionados o destruidos. Los medios de comunicación y los manuales escolares que defienden la vasectomía no adoptan un punto de vista cristiano. Los cristianos deben considerar a la vasectomía como a una auto-mutilación, prohibida por la Biblia.

La simiente se asimila a la descendencia (Heb. 7:9-10, Job 10:8-11)
Si buscamos la palabra « simiente » en el Antiguo Testamento, descubriremos un hecho interesante: la misma palabra hebrea «zerah» se utiliza para designar:

  • a) al líquido seminal (Génesis 38:9, Lev. 15:16-18, Lev. 15:32, etc.),
  • b) a los niños o a los pueblos luego de su nacimiento (Génesis 46:6, y también Gén. 3:15, 4:25, 7:3, 9:9, 12:7, 13:15-16, 15:3-5, etc.).

La razón por la que las Escrituras utilizan la misma palabra se basa en el hecho de que todos los humanos han existido un día en forma de simiente, según la óptica de un proceso continuo. La palabra «simiente» se utiliza para designar al ser humano, antes y después de la concepción. La utilización de la contracepción implica entonces no solamente la eliminación de simiente (que a nadie parece interesarle); es también la eliminación de futuras personas.

C. La contracepción es contraria a la Ley de Dios

La historia de Onán (Génesis 38:8-10, Deut. 25:5-10)

Este pasaje del Génesis se refiere a una costumbre que fue inmediatamente incluida en la Ley en Deuteronomio 25. Esta Ley del Levirato era un mecanismo destinado a preservar y perpetuar un linaje familiar en Israel. Pero la sanción por negarse a cumplir este precepto no era grave: si un hermano se rehusaba a cumplir con su deber, la cuñada ofendida podía escupirle la cara en público y quitarle una sandalia. A partir de ese momento se le ponía el apodo de «el descalzado». Esto no implicaba en modo alguno la pena de muerte. Pero el versículo 10 de Génesis 38 nos muestra que Dios consideró el incidente de Onán como algo más que una simple negativa a cumplir con un deber; se trata de una ofensa de tal gravedad que hizo morir a Onán.

Juan Calvino en su Comentario sobre el Génesis[8] expresa:

«Por otra parte, él [Onán] no sólo privó a su hermano de lo que le debía, sino que también prefirió que su semen se pudriera en el suelo antes de engendrar un hijo en nombre de su hermano.
Versículo 10: Los judíos se pierden en discusiones bizantinas, perdiendo de vista la decencia requerida por este tema. En mi opinión, es suficiente abordar la cuestión desde el punto de vista de la decencia. Derramar la simiente voluntariamente fuera del marco de la relación sexual entre un hombre y una mujer es algo monstruoso. Interrumpir deliberadamente el coito, derramar la simiente fuera de la mujer es doblemente monstruoso En efecto, es la forma de exterminar la esperanza de la raza y de matar a la descendencia esperada antes de su nacimiento.
Esta falta de piedad es condenada especialmente por el Espíritu a través del mismo Moisés. Se castiga a Onán por haber derramado la simiente de manera impúdica y cruel, abortando de modo violento la descendencia de su hermano, arrancándola del vientre materno. Se puede decir que Onán intentó de alguna forma y dentro de sus limitaciones, aniquilar una parte de la raza humana. Si una mujer expulsa un feto de su vientre a causa de las drogas, consideramos que se trata de un crimen irreparable. Onán padece justamente el mismo tipo de castigo por el hecho de haber infectado la tierra con su simiente, a fin de que Tamara no pudiera concebir un nuevo ser humano para poblar la tierra».

¡El reformador llega a equiparar el coitus interruptus al aborto de una generación futura!

Algunos interpretan que Dios mató a Onán por no haber demostrado amor hacia su hermano muerto al rehusarse a proporcionarle una descendencia. Deut 25 desecha este argumento, ya que el rechazo del Levirato no conlleva la pena de muerte sino solamente una humillación. Corresponde, entonces, encontrar el motivo de la condena de Onán por apartarse de lo que prescribía Deut. 25: fue castigado por haber derramado su simiente.

Charles Provan enumera en su obra una larga lista de teólogos protestantes que, como Calvino, interpretan la historia de Onán como una condena a la contracepción. ¡Incluso algunos de ellos ven este acto como algo más grave que el incesto y el adulterio![9]

La penalización de los crímenes sexuales (Lev. 20:13, 15, 16, 18, Génesis 38:8-10)
En la Biblia, los crímenes sexuales pueden ser clasificados en dos categorías:

  • a) las prácticas sexuales prohibidas en atención a la persona del compañero sexual real o potencial (por ejemplo: adulterio, incesto, etc.)
  • b) las prácticas sexuales prohibidas en atención al acto en sí mismo.

Es este segundo grupo que nos interesa analizar. Estas prácticas son crímenes sexuales cualquiera sea el compañero con el que se los comete:

  1. Relación homosexual entre hombres (Lev. 20:13)
  2. Bestialidad entre un hombre y un animal (Lev. 20:15)
  3. Bestialidad entre una mujer y un animal (Lev. 20:16)
  4. Relación sexual con una mujer durante su período menstrual (Lev. 20:18)
  5. Coitus interruptus (derrame del semen) (Génesis 38:8-10)

¿Qué tienen en común estos cinco pecados? Todos constituyen relaciones sexuales estériles y se oponen al mandamiento de Dios «Fructificad y multiplicaos»

D. La contracepción no puede disociarse del aborto

  1. El uso de métodos contraceptivos produce lo que llamamos «mentalidad contraceptiva». Para ella, la sexualidad está disociada de la procreación, y se encuentra reducida a la categoría de mercadería sometida al comercio del placer.
  2. El uso de métodos contraceptivos multiplica el número de abortos provocados, ya que -en caso de un «fracaso» de la contracepción, la idea de tener un hijo queda generalmente excluida. Las estadísticas prueban claramente esta realidad, y se destruye así el mito de que la contracepción evitaría abortos.
  3. El uso de contraceptivos hormonales provoca abortos, puesto que la fecundación puede producirse de todos modos (luego de una ovulación accidental). Las hormonas «contraceptivas» actúan en estos casos como productos abortivos para impedir la supervivencia del embrión humano así concebido. Se trata, pues, de un aborto. La mujer que lo padece no se da cuenta necesariamente, máxime que las propagandas difundidas por los medios de comunicación, el Estado y los eugenistas esconden esta realidad. La naturaleza abortiva de los contraceptivos hormonales está fuera de toda discusión, y ha sido establecida científicamente (conf.El Impacto de la Píldora en los Factores de Implantación, John Wilks, y El efecto postfertilización de la contracepción hormonal de emergencia, de Chris Kahlenborn, Joseph B. Standford y Walter L. Larimore).
  4. Por otra parte, los dispositivos intrauterinos tienen un modo de funcionamiento principalmente abortivo, ya que convierten al útero en un ambiente hostil para el niño concebido y le provocan la muerte.

Ahora bien, el aborto es indiscutiblemente un asesinato, puesto que:

  • El cigoto, el embrión y el feto son nuevos seres humanos, provistos de todos los cromosomas propios de su especie. La sola diferencia entre ellos, el niño, el adolescente, el adulto y el anciano tiene que ver con el desarrollo, que es un fenómeno continuo.
  • Matar voluntariamente a un ser humano inocente es un asesinato. El hecho de que ese ser humano sea perturbador no es una circunstancia atenuante.

La Biblia prohíbe el asesinato (Exodo 20:13, Génesis 9:6, Lev. 24:17, Mateo 5:21, etc.) e incluso prevé la pena de muerte para el asesino.
De este modo, la contracepción no significa solo la destrucción de una generación futura que no fue concebida todavía, como lo aseguraba Calvino. También es correr voluntariamente el riesgo de abortar niños que ya han sido concebidos (la concepción tiene lugar en el momento de la fecundación). Los contraceptivos hormonales tienen una acción abortiva en una proporción no desdeñable, y la Biblia considera que exponer a alguien a un peligro de muerte por negligencia es un homicidio potencial (Deut. 22:8).
El uso de contraceptivos hormonales es, pues, tan reprochable como una tentativa de homicidio.

No existen opiniones protestantes favorables a la contracepción

Como consecuencia de la manipulación de Lambeth[4] algunos aseguran que los protestantes son favorables a la contracepción.

Esto es falso, ya que los liberales que se pretenden protestantes no tienen en realidad nada de esa fe (conf. La posición de los secularistas, donde se expone su verdadera naturaleza). Por otra parte, aquellos protestantes sinceros que son aún sus seguidores lo hacen porque no han analizado la cuestión cuidadosamente, por lo que no pueden constituir el fundamento de una postura atendible.


1. La exégesis es el estudio de la Biblia. La palabra significa «extraer el sentido» de un texto. La exégesis tradicional consta de las siguientes etapas: análisis de las palabras significantes del texto traducido, examen del contexto general histórico y cultural, confirmación de los límites del pasaje y, finalmente, examen contextual del texto. La exégesis bíblica parte del presupuesto de fe de que es el Espíritu Santo quien inspiró a los autores de los textos de la Escritura. Es por ello que esos textos contienen la revelación divina.

2. Se trata de la «hermenéutica», que es la disciplina de la interpretación del texto, a fin de encontrar su verdadero significado: el objetivo es determinar lo que Dios manifestó originalmente, eliminando todo aquello que El jamás ha expresado. Esta disciplina incluye todo lo que hace a la interpretación. En hermenéutica, se utilizan distintas herramientas, como diferentes traducciones de la Biblia, diccionarios bíblicos, Biblias interlineales, tiempos y giros utilizados en griego, concordancias, etc.

3. Entre los Padres de la Iglesia, Juan Crisóstomo, Clemente de Alejandría, Hipólito, Lactancia, Jerónimo, Epifanio de Salamis, Agustín, Cesario de Arles, etc. se manifestaron contrarios a la contracepción. Sin embargo, algunos de los Padres de la Iglesia incluyeron erróneamente algunos elementos de la filosofía griega antigua provenientes de Aristóteles, Platón, etc. La cuestión de la «animación» -es decir, el momento en que el alma se une al cuerpo (entre los 40 y los 80 días posteriores a la fecundación según Aristóteles)- es característica de este tipo de error, ya que para la Biblia, el ser humano es una unidad y el dualismo cuerpo/alma es inexistente.

4. Los obispos de la Iglesia de Inglaterra (Anglicana) aceptaron muy dificultosamente el 15 de agosto de 1930 la Resolución 15 de la Declaración de la Conferencia de Lambeth. Esta Resolución autorizaba el uso de contraceptivos artificiales dentro del matrimonio «por razones de gravedad». Esto derivó naturalmente durante la década del 60 en una aceptación universal, sin motivo alguno, de estos métodos por la mayoría de las denominaciones protestantes convertidas en liberales. El autor de este cambio de rumbo de 1930 fue el portavoz de la Iglesia anglicana de Londres, el reverendo William Ralph Inge (1860-1954), amigo de Margaret Sanger, notoria liberal y eugenista (miembro influyente de la Eugenics Society inglesa). Margaret Sanger cita una exégesis herética de Inge en su libro «The Pívot of Civilization» (1922) en el capítulo 9:

El decano Inge cree que el control de la natalidad es una parte esencial tanto de la eugenesia como de la moral cristiana. Al respecto, afirma: «Deseamos recordar a nuestros amigos ortodoxos y conservadores que el Sermón de la Montaña contiene algunos preceptos eugenésicos admirablemente claros y sin ambigüedades. '¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego'. Queremos aplicar estas palabras no solo a las acciones de los individuos que son consecuencia de su carácter, sino también al carácter de las personas que resulta de particularidades hereditarias. Esta ampliación del alcance del texto me parece totalmente legítima. Los hombres no recogen uvas de los espinos. Y como dice el refrán [inglés] no puede hacerse una bolsa de seda con la oreja de un cerdo. Si creemos esto y no actuamos en consecuencia -tratando de persuadir a la opinión pública de ofrecer el mejor material sobre el cual poner en acto la reforma social, la educación y la religión-, pecamos contra la luz y no ofrecemos lo mejor para lograr la venida del Reino de Dios sobre la tierra».

5. Ver, sobre todo, http://www.epm.org/resources/2010/Feb/18/abortifacient-effect-birth-control-pill/, http://www.lifeandlibertyministries.com/archives/000356.php, http://www.missionariestopreborn.com/default.asp?fuseaction=bc_protestantprotest, http://www.catholic.com/thisrock/1997/9704word.asp

6. The Bible and Birth Control, Charles D. PROVAN, 1989, Zimmer Printing, 410 West Main St., Monongahela, PA 15063, USA.

7. La caída es la circunstancia histórica que permite comprender la situación actual de la humanidad. Este episodio es narrado en el libro del Génesis (Gén. 3:1-7). El ser humano desobedeció a Dios porque quería convertirse en dios él mismo, determinando por su propio criterio el bien y el mal sin confiar en su Creador. Esta arrogancia tuvo como consecuencia la muerte -tal como Dios ya le había advertido anteriormente al hombre-: fue a partir de ese momento que los hombres son mortales (Gén. 3:8-24).
Sin embargo, Dios anuncia, junto con la condena, la redención que iba a llevar a cabo (v. 15)…

8. In primum Mosis librun, qui Genesis vulgo diciture, Commentarius Juan Calvino, 1554. Disponible también en inglés en http://www.ccel.org/ccel/calvin/calcom02.html.

9. Es el caso de Lutero (1483-1546) y de Abraham Calovius (luterano, 1612-1686), quienes consideran al acto de Onán como «mucho más atroz que el incesto y el adulterio». En efecto, Tamara posteriormente ejerció la prostitución y cometió incesto con su suegro y, sin embargo, no fue condenada. Esta mujer de carácter forma parte incluso de la genealogía de Jesús.

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