El aborto aumenta el riesgo de contraer cáncer de mama
Una mujer que se somete a un aborto provocado antes del nacimiento de su primer hijo vivo aumenta sus posibilidades de sufrir un cáncer de mama.
En efecto, las mamas son particularmente sensibles a las influencias cancerígenas antes del nacimiento del primer hijo. Cuando una mujer está embarazada, los niveles de muchas hormonas de su cuerpo aumentan extraordinariamente. Esto sucede particularmente con tres de ellas: El estradiol, la progesterona y la gonadotrofina coriónica humana (hCG). Estas tres hormonas (y sobre todo la última mencionada) estimulan las células inmaduras de las mamas para llevarlas a su estado de madurez como células plenamente diferenciadas[1]. Si este proceso es detenido artificialmente a causa de un aborto provocado, los niveles de hormonas descienden bruscamente. Se suspende así el proceso natural de maduración de numerosas células mamarias. Los investigadores denominan a esto el «soplo hormonal». Estas células son vulnerables a los cancerígenos porque han comenzado su proceso de maduración sin poder terminarlo. (Las células que han madurado completamente son menos vulnerables a los cancerígenos que aquellas que se encuentran en proceso de maduración).
De este modo, aquellas mujeres que han tenido hijos durante su juventud son menos susceptibles a contraer cáncer de mama que aquellas que han parido más tarde o que no han tenido hijos.
Las experiencias en animales confirman que los abortos sufridos durante la juventud aumentan el cáncer de mama
Russo y Russo analizaron en sus trabajos -que son ya un clásico[2] - varios grupos de ratas a las que se les suministró un producto cancerígeno (DMBA). Comprobaron que el 77% de las ratas que habían sufrido un aborto y el 69% de las ratas vírgenes habían desarrollado cáncer de mama, en tanto que ninguna de las ratas que completaron su preñez desarrollaron cáncer.
La relación aborto-cáncer de mama no es nueva
Ya en 1957, Segi y otros comprobaron que las mujeres que habían sido sometidas a abortos provocados doblaban el riesgo de padecer cáncer de mama[3]. En 1981, Pike y otros[4] publicaron sus notables trabajos, que demostraban que, en las mujeres jóvenes (menores de 32 años) que habían sufrido un aborto antes de su primer embarazo llevado a término, el riesgo de contraer un cáncer de mama aumentaba en un 140%. Existen numerosos estudios posteriores, pero en 1994, Daling y otros [5] publicaron un importante trabajo en el que se pone de resalto que el riesgo respecto de las mujeres que han tenido un aborto antes de su primer embarazo llevado a término se incrementa en un 40%. Este riesgo llega a ser un 150% mayor si la adolescente abortó antes de los 18 años de edad. Asimismo, Daling y otros expresan que si esas adolescentes menores de 18 años abortaran un bebé de ocho semanas, el riesgo de que desarrollen un cáncer de mama aumenta en un 800%.
Finalmente, en 1996 -en un informe que es considerado como el meta-análisis[6] más meticuloso y completo de todos los artículos de investigación realizados hasta el momento respecto de la vinculación entre el aborto y el cáncer de mama-, Brind y otros[7] comprobaron que las mujeres que han tenido un aborto antes de su primer embarazo llevado a término son pasibles de un aumento del 50% del riesgo de padecer esta enfermedad. Por su parte, en las mujeres que han sufrido un aborto luego de su primer embarazo llevado a término, ese riesgo se incrementa en un 30%.
El mencionado estudio de Brind y otros fue examinado desde todas las perspectivas posibles. Es considerado como “muy objetivo e irreprochable desde el punto de vista estadístico"[8].
Dos “estudios” más recientes que contradicen a Brind et al. son falsos, pese a su gran difusión en los medios
El New England Journal of Medicine publicó, en 1997, los resultados de un gran estudio prospectivo realizado por Melbye y otros[9], en el que se pretende demostrar que el aborto no aumenta el riesgo de contraer cáncer de mama.
Pero este trabajo tiene fallas inaceptables que fueron señaladas en una respuesta al New England Journal of Medicine[10] que puede ser resumida de la siguiente manera:
- De hecho, los datos presentados por Melbye conducen a un incremento del 44% del riesgo de contraer cáncer de mama a causa del aborto, pero el estudio no publica este resultado.
- El período de seguimiento para los “casos” (es decir, las mujeres que han padecido un aborto provocado) era inferior a 10 años, mientras que para el "grupo de control” (mujeres que no tuvieron abortos) el lapso de seguimiento fue de 20 años. Un seguimiento realizado durante menos de 10 años no es lo suficientemente extenso como para observar los efectos del aborto.
- Treinta mil mujeres del estudio que efectivamente habían tenido abortos fueron “reclasificadas” como si no los hubieran tenido.
- El estudio resaltaba que las mujeres que hubieran abortado luego de la 12º semana conservaban un incremento del riesgo de un 38%, en tanto que las mujeres que hubieran tenido abortos tardíos (luego de la 18º semana) aumentaban su riesgo a un 89%, estadísticamente significativo. Ambos resultados fueron prácticamente ignorados por los medios de comunicación.
Existió también una polémica alrededor de la “parcialidad del recuerdo” que no consiguió sino desacreditar al estudio Melbye.
El 25/03/04 se publicó un “re-análisis en colaboración de los datos de 53 estudios epidemiológicos, que incluyen 83 000 mujeres de 16 países que padecieron cáncer de mama”. Sus autores son un prestigioso grupo de investigadores de Oxford. La publicación se realizó en uno de los periódicos de medicina más respetados del mundo, el Lancet. Su autora principal, Valerie Beral, se tomó el trabajo de conceder numerosas entrevistas a la prensa antes de la publicación del informe.
Manifestó a la prensa lo siguiente: “ la totalidad de las pruebas epidemiológicas realizadas a nivel mundial indica que los embarazos interrumpidos por abortos provocados no tienen efectos adversos sobre el riesgo de desarrollar cáncer de mama.” (…) “Científicamente, se trata en verdad de un análisis completo de los datos actuales”, con lo que se sugiere que se trataría de una revisión exhaustiva de datos.
Sin embargo, se evidencia que el estudio de Beral emplea una metodología incorrecta y que no resiste a un examen minucioso[11]. Más de 15 estudios válidos han sido descartados por razones aberrantes, etc.
La señora Malec, presidente de la organización feminista Coalition on Abortion/ Breast Cancer[12] posee posiblemente la clave que nos permite comprender esta furia por esconder la realidad. Malec declaró:
“Es la tercera vez que los métodos no ortodoxos de Oxford engañan a las mujeres respecto de la relación entre el aborto y el cáncer de mama,”
“Con este informe, ellos y sus editores del Lancet serán responsables de muchas muertes”. (…) “Por otra parte, el mismo Lancet publicó en 2002 un informe muy conocido respecto de 47 estudios realizados en 30 países, en el que se concluyó que las tasas de cáncer de mama podrían reducirse a menos de la mitad si aumentaran el número de nacimientos y la cantidad de madres que amamantan a sus bebés”[13].
“El grupo de Beral, que recibe subvenciones del FNUAP[14], podrá ciertamente explicar cómo las mujeres deben amamantar a sus fetos muertos,” (…) “las mujeres no pueden aumentar el número de nacimientos y abortar sus embarazos al mismo tiempo. Por todos estos motivos, el médico, científico o periodista que asegure que no hay relación entre el aborto y el cáncer de mama no hará sino probar su mala fe”.
© TDD mayo 2005
1. Russo J, Russo IH. Toward a physiological approach to breast cancer prevention. Cancer Epidemiology, Biomarkers and Prevention. 1994; 3: 353-364.
2. J, Russo IH. Susceptibility of the mammary gland to carcinogenesis. Am J Pathol. 1980; 100: 497-512.
3. Segi M, y otros. An epidemiological study on cancer in Japan. GANN. 1957; 48: 1-63.
4. Pike MC, Henderson BE, y otros Oral contraceptive use and early abortion as risk factors for breast cancer in young women. Br J Cancer. 1981; 43: 72-76.
5. Daling J, Malone K, y otros. Risk of breast cancer among young women: relationship to induced abortion. J Natl Cancer Inst. 1994; 86: 1584-1592.
6. Es decir, una síntesis de todos los estudios relevantes efectuados respecto de un determinado campo de investigación, concluyendo en un cálculo de riesgo para el conjunto de dichos estudios.
7. Brind J, Chinchilli M, y otros. Induced abortion as an independent risk factor for breast cancer: a comprehensive review and meta-analysis. J Epidemiol Community Health. 10/ 1996; 50: 481-496.
8. Lagnado L. Study on abortion and cancer spurs fight. Wall Street Journal. 11 oct. 1996.
9. Melbye M, Wohlfahrt J, y otros. Induced abortion and the risk of breast cancer. N Engl J Med. 1997; 336: 81-85.
10. Brind J, y otros. Induced abortion and the risk of breast cancer. N Engl J Med. 1997; 336: 1834.
11. ver en detalle los argumentos con los que Brind refuta a Beral en: http://www.mccl.org/fp_news/Oxford_Beral.htm & http://www.bcpinstitute.org/beralpaperanalysis.htm
12. http://www.AbortionBreastCancer.com
13. Valerie Beral, (20/07/2002) The Lancet, 360:187-95. Ver también Graham Colditz, MD, Relationship Between Estrogen Levels, Use of Hormone Replacement Therapy and Breast Cancer, JNCl (1998) 90:814-823.
14. agencia de la ONU encargada de la propaganda pro-abortista en el Tercer Mundo y cómplice de los abortos forzados en China comunista.
Inicio | Publicación original | Página completa |